DIEZ COMIENZOS DE LIBROS GENIALES
Os propongo como actividad continuar UNO de estos diez comienzos de libros geniales de la Literatura Universal con una historia vuestra, original, sorprendente y propia.
Debéis entregarme vuestra historia (cuento, leyenda, mito...) a la vuelta de vacaciones de Semana Santa en un folio aparte. La extensión debe ser entre una página y dos hojas.
Estos son los comienzos que tenéis que respetar como punto de partida:
1.- Anna Karenina de Leon Tolstoi.
"Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera".
2.- El camino de Miguel Delibes.
"Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así".
3.- La metamorfosis de Franz Kafka.
"Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto".
4.- Pedro Páramo de Juan Rulfo.
“ Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera...".
5.- Historia de dos ciudades de Charles Dickens.
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación".
6.- El guardián entre el centeno de J.D. Salinger.
“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso.”
7.- 1984 de George Orwell.
“Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece”.
8.- El Capitan Alatriste de Arturo Pérez-Reverte.
“No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente.”
9.- El buen soldado de Ford Madox Ford.
“Esta es la historia más triste que jamás he leído.”
10.- El tambor de hojalata de Günter Grass.
“Lo reconozco: estoy internado en un establecimiento psiquiátrico y mi enfermero me observa, casi no me quita el ojo de encima; porque en la puerta hay una mirilla, y el ojo de mi enfermero es de ese color castaño que a mí, que soy de ojos azules, no es capaz de calarme.”
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